sábado, 21 de junio de 2008

Humilde y grandioso Don Genaro

De joven tenía la certeza de ser afortunado por mi origen citadino, siempre a aquella edad creí que la experiencia era menaje del hombre ilustrado y que además reclamaba el raciocinio de la educación. De joven se creen, se quieren y se temen muchas cosas y ahora; a mi edad, creo que todos tuvimos esos desvelos, todos encontramos un Don Genaro que marcó nuestras vidas.

Don Genaro fue un hombre que de joven conocí, un hombre titanico y engreído de su origen campesino; con mas de setenta años de vivencias para mis escasos dieciocho. Ostentaba Don Genaro el orgullo de ser padre de trece hijos, la menor apenas de siete años. Irradiaba ese donaire campesino lleno de vigor y entereza que me recuerda el abuelo.

Le conocí en unas vacaciones cuando trataba de hacerme a unos pesos recogiendo café en la finca de un tío, un tío como el que todos tuvimos, el tío Antonio; recuerdo bien la finca, una ladera de montaña cuya pendiente superaba los treinta y cinco grados y al decir de los lugareños, difícilmente se sostenía un gato herrado. La falda del Nús así la llamaban en aquel entonces; sitio donde se encuentra enclavada la estación el Limón en Cisneros; símbolo de pujanza como lo fue Don Genaro y mi abuelo; cogedor de café el primero y arriero el segundo, por cierto en las minas de Berlín en el norte de Antioquia.

Lo recuerdo bien, un anciano decrepito ignorante y engreído en su terruño como el que mas, a mi modo de ver la vida en aquellos años mozos; me veía como una amenaza a sus costumbres, sus hijas y la dote, por supuesto. Pienso con casi orgullo que también temía, le robara la popularidad de hombre sabihondo entre su comunidad, con mis propuestas locas de crear una máquina para coger café y un traje especial para no mojarse entre los cafetales, además de proyectar la invención de un tubo especial para que no mojase su tabaco durante las intermitentes lluvias que acompañan las faenas en aquellas tierras de Dios nuestro señor.

Una tarde de cosecha, como las que cualquier antioqueño conoce; mientras Alvarito tarareaba una canción guasca, Leonardo le cañaba al chepe con los quince almudes de café que ya tenía en su haber y Don Juancho meditaba sobre unguentos y unturas para la mula rucia; me enfrasque en tremenda disputa filosófica con Don Genaro.

Recuerdo con gracia, agradecimiento y agrado esa tarde; una de mis mejores tardes discutiendo banalidades que son muy importantes y aparentemente a nada conducen. Aquella tarde Don Genaro me retó a que le dijese "cuando un hombre estaba viejo", y claro, un joven citadino, que no sabe de caminos y arriería, que no conoce de amores de montaña y menos de la perversidad del hambre campesina y que no cree en historias de espantos o en remedios de abuelas; como podía quedarse atrás. Lanza en ristre me batí con Don Genaro y le restregué su edad, su ignorancia por tantos hijos y los años que ello obliga, sus temores por mi edad, los achaques de la suya;... después me puse algo filosófico y pretendí recordarle su distancia a la tumba, el pequeño espacio recorrido en tantos años de existencia, y le acabé con los caminos a mi edad, salí del pleito victorioso, con mi orgullo henchido y un ego gigante.

Don Genaro en medio de la andanada de frases y "conversas", se reía; se enfurecía y por momentos, casi se atreve a darme de planazos; creo que me salvo ser el sobrino de mi tío Antonio; el patrón como ellos le llamaban. Sabe mijo, respondió al final, sabe mijo cuando un hombre está viejo; "un hombre está viejo cuando se arrecuerda mas de las cosas que ganas tiene de hacer".

Hoy, cuando los caminos recorridos son muchos mas, cuando la vida me ha cubierto con sus designios, cuando me acerco a los años de Don Genaro, hoy, cuando me siento a escuchar las historias de mis hijos y recuerdo con ternura ese anciano decrepito ignorante y engreído de su terruño como el que mas, hoy que mis pensamientos abarcan muchas lejanías, en tiempo y espacio, que conozco y sé de caminos de arriería y amores dejados atrás, hoy que tomo brebajes de abuelas y narro historias de espantos a mis hijos, hoy que mi memoria es mas extensa, reconozco con donaire que Don Genaro tenía toda la razón del mundo; no porque me fuese a llevar sus hijas, menos porque le hurtase su sabihondez, menos aún porque me quedase con su heredad, no; hoy recuerdo con amor a Don Genaro, porque me enseño que un hombre está viejo cuando "tiene mas recuerdos que ilusiones"







1 comentario:

hugo dijo...

Te felicito. Eres capaz de sentir, de arrepentirte, y sobre todo de ESCRIBIR. Llegué a tu blog por lo de las minas de Berlín. Me parece estupendo, este homenaje a Don Genaro.